miércoles, marzo 08, 2006

Reflexiones sobre una caja de cartón

por Paul Auster

Es una fría mañana de llovizna, once días antes del fin del siglo veinte.
Estoy sentado en mi casa en Brooklyn, contento de no tener que salir ameterme en ese desapacible clima de diciembre. Puedo quedarme aquí sentado tanto tiempo como quiera, y aun si tengo que salir luego en algún momento del día, sé que más tarde podré regresar. En cuestión de minutos, estaré calentito y seco otra vez.

Soy propietario de esta casa. La compré hace siete años reuniendo a duras penas el dinero suficiente como para cubrir la quinta parte del valor total. El otro ochenta por ciento lo pedí prestado a un banco. El banco me ha dado treinta años para pagar el préstamo, y cada mes yo me siento a escribirles un cheque. Después de siete años, apenas he logrado hacer mella en el capital. El banco me cobra el servicio de mantener la hipoteca, y casi cada centavo que les he dado hasta ahora ha ido a reducir el interés que les debo. No me quejo. Estoy contento de gastar este dinero extra (más del doble del valor del préstamo) porque me da la oportunidad de vivir en esta casa. Y me gusta aquí. Especialmente en una fea mañana como ésta, no puedo pensar en ningún otro lugar en el mundo donde preferiría estar.
Me cuesta un montón de dinero vivir aquí, pero no tanto como podría parecer a primera vista. Cuando pago mis impuestos en abril, se me permite deducir la suma completa de lo que he gastado en intereses a lo largo del año. Se descuenta directamente de mis ingresos, sin que se me hagan preguntas. El gobierno federal hace esto por mí, y le estoy inmensamente agradecido. ¿Por qué no debería estarlo? Me ahorra miles de dólares cada año. En otras palabras, acepto el bienestar social que me ofrece el gobierno. Han arreglado las cosas como para que sea posible para una persona como yo tener esta casa.

Todo el mundo en el país está de acuerdo con que es una buena idea, y ni una sola vez he oído de un congresista o de un senador que diera un paso al frente para proponer que esta ley sea cambiada. En los últimos años, los programas de seguridad social para los pobres han sido completamente desmantelados, pero los subsidios para vivienda de los ricos siguen en su lugar. La próxima vez que veas un hombre viviendo en una caja de cartón, recuerda esto.

El gobierno estimula que cada uno sea propietario de su propia casa porque es bueno para los negocios, bueno para la economía, bueno para la moral pública. Es también el sueño universal, el sueño americano en su forma más pura y esencial. Los Estados Unidos se miden a sí mismos como civilización de acuerdo a este standard, y cuando queremos demostrar cuán exitosos somos empezamos por sacar a relucir nuestras estadísticas mostrando cómo un porcentaje de nuestros ciudadanos mayor que en ningún otro lugar del mundo es propietario de su propia casa. "Anticipos para vivienda" es el término económico clave, el indicador de base de nuestra salud financiera. Cuantas más casas construyamos, más dinero haremos, y cuanto más dinero hagamos, más feliz será todo el mundo.

Y sin embargo, como todo el mundo sabe, hay millones de personas en este país que nunca poseerán una casa, que luchan cada mes tan sólo para llegar a pagar la renta. También sabemos que hay muchos otros que no llegan a pagarla y son arrojados a la calle. Los llamamos "sin techo", pero de lo que realmente estamos hablando es de gente sin dinero. Como todo lo demás en América, acaba siendo una cuestión de dinero.

Un hombre no vive en una caja de cartón porque quiera hacerlo. Quizás se encuentre mentalmente trastornado, o sea drogadicto, o alcohólico, pero no está en la caja porque sufra ninguno de estos problemas. He conocido docenas de dementes en mi vida, y muchos de ellos vivían en casas hermosas. Muéstrenme el libro en el que está escrito que un alcohólico está destinado a dormir en la vereda. Igualmente podría llevarlo por la ciudad un chofer de sombrero negro. No hay una relación de causa y efecto en esto. Vives en una caja de cartón porque no puedes permitirte vivir en ningún otro sitio.

Estos son tiempos difíciles para los pobres. Hemos entrado en un período de enorme prosperidad, pero mientras nos precipitamos por la carretera de los beneficios mayores y aún mayores, olvidamos que cantidades no declaradas de personas van cayéndose a la cuneta. La riqueza crea pobreza. Esa es la ecuación secreta de una economía de libre mercado. No nos gusta hablar del tema, pero a medida que los ricos se vuelven más ricos y se encuentran con cantidades de dinero más y más grandes para gastar, los precios van subiendo. A nadie le han dicho lo que ha pasado con el mercado inmobiliario neoyorquino en los últimos años. Los costos de vivienda se han elevado más de lo que nadie hubiera creído posible hasta hace muy poco tiempo. Ni yo mismo, orgulloso propietario que soy, sería capaz de pagar mi propia casa si tuviera que comprarla hoy en día. Para muchos otros, el aumento han significado la diferencia entre tener y no tener un lugar donde vivir. Para alguna gente, ha sido la diferencia entre la vida y la muerte.

La mala suerte puede golpear a cualquiera de nosotros en cualquier momento. No hace falta mucha imaginación para pensar en las diversas cosas que podrían fulminarnos. Cada persona vive con la idea de su propia destrucción, y hasta el más feliz y exitoso tiene algún rincón oscuro en su cerebro donde se representan historias de horror en continuado. Imaginas que tu casa arde hasta los cimientos. Imaginas que pierdes tu trabajo. Imaginas que alguien que depende de ti cae enfermo, y las facturas del médico se llevan todos tus ahorros. O te juegas los ahorros en una mala inversión o en una mala tirada de dados. La mayoría de nosotros vive a sólo un desastre de afrontar auténticas privaciones. Una serie de desastres puede arruinarnos. Hay hombres y mujeres vagabundeando por las calles de Nueva York que una vez estuvieron en posiciones de manifiesta seguridad.

Tienen títulos universitarios. Han tenido empleos de responsabilidad y mantenido a sus familias. Ahora están atravesando tiempos duros y, ¿quiénes somos para pensar que semejantes cosas nunca podrían ocurrirnos?

Durante los últimos meses, un terrible debate ha estado envenenando el aire de Nueva York acerca de qué hacer con ellos. De lo que deberíamos estar hablando es de qué hacer con nosotros mismos. Es nuestra ciudad, después de todo, y lo que les pasa a ellos también nos pasa a nosotros. Los pobres no son monstruos por no tener dinero. Son gente que necesita ayuda, y a ninguno de nosotros sirve castigarlos por ser pobres. Las nuevas reglas propuestas por la administración actual, en mi opinión, no son sólo crueles sino que no tienen ningún sentido. Si ahora duermes en la calle, serás arrestado. Si vas a un refugio, tendrás que trabajar por tu cama. Si no trabajas, serás arrojado de nuevo a la calle -y allí serás arrestado otra vez. Si eres padre, y no cumples con las regulaciones laborales, tus hijos te serán quitados. La gente que defiende estas ideas proclama ser, todos ellos, devotos hombres y mujeres temerosos de Dios. ¿Por qué nadie se ha molestado en decirle a esta gente que son unos hipócritas?

Mientras tanto, se hace tarde. Varias horas han pasado desde que me he sentado en mi escritorio y empecé a escribir estas palabras. No me he movido en todo este tiempo. El calor traquetea en las tuberías, y el cuarto está templado. Afuera, el cielo está oscuro, y el viento está azotando el costado de la casa con la lluvia. No tengo respuestas, ni consejos para dar, ni sugerencias. Todo lo que pido es que pienses el clima. Y luego, si puedes, que te imagines dentro de una caja de cartón, tratando lo mejor que puedas de conservar tu calor. En un día como hoy, por ejemplo, once días antes del fin del siglo veinte, afuera en el frío y el griterío de las calles de Nueva York.

jueves, febrero 09, 2006

Los acuerdos no se notan en el bolsillo de la gente

Emilio Marín
La Arena
Los noticieros de radio y TV y las páginas de los diarios traen muchas noticias sobre reuniones del presidente con los empresarios. Supuestamente eso contendrá a los precios, pero por ahora no se nota.


El proyecto del gobierno a mediados de enero último era tener abrochados acuerdos de precios por empresas que alcanzaran a 500 productos sólo de hipermercados, además de los correspondientes a otros rubros.

Aunque el presidente y la ministra de Economía han puesto esa actividad como prioritaria, los saldos a la fecha -sin ser decepcionantes- se alejan bastante de los objetivos.

Los supermercadistas encabezados por Alfredo Coto (titular de Coto y la cámara ASU) y Carrefour, que lidera la otra asociación, se limitaron por ahora a mantener la lista de 225 productos a los que habrían rebajado 15 por ciento sus precios. En verdad el número total es menor por las repeticiones de artículos con variedad de tamaño o volumen.

Según esos ejecutivos, 'en diez días' irán sumando otras mercaderías, sin mayores definiciones. Sí fueron taxativos en que el acuerdo de precios dependerá de una revisión bimestral.

Estos poderosos comerciantes apuntan a inhibir los reclamos salariales de sus empleados, tratando de que el gobierno juegue completamente a favor de su piquete de contención o congelamiento de haberes. La Unión Industrial Argentina presidida por Héctor Méndez lo planteó en forma explícita: si continúan las medidas gremiales demandando mayores haberes, los socios de la entidad quedarán en libertad de acción para desobligarse de los compromisos actuales.

La otra fuente de dudas empresarias, que condicionó sus firmas, fueron los posibles aumentos de tarifas eléctricas y gasíferas. Las privatizadas ya lograron los primeros retoques de sus servicios para grandes clientes e industrias. Y éstos advierten que los van a transferir a sus costos.

En ese sentido la propaganda gubernamental maquilla el aspecto menos presentable de los documentos firmados con el establishment. Néstor Kirchner asegura que éstos se extenderán hasta noviembre de este año pero sus interlocutores aclaran que el plazo real de vigencia es de dos meses, sujeto a revisión. Sólo así aceptarán una eventual renovación.

Los primeros firmantes de ese pacto fueron los popes con mayores góndolas: Carrefour-Norte-Tía, Disco, Coto, Wal Mart, La Anónima, Jumbo, Vea y Libertad. Recién después, y con otros funcionarios, fue el turno de empresas más chicas y los súper chinos.

Gran mezquindad

La ronda acuerdista se abrió el 10 de enero con 'don Alfredo' Coto. Después se arregló con el resto supermercadismo aunque sin superar el listado de mercaderías rebajadas que venía de noviembre pasado. Tras este sector, desfilaron por Balcarce 50 las empresas lácteas, cárnicas, de productos de limpieza, papeleras, etc.

La suerte fue variada porque el lote de entidades ganaderas, consignatarios de hacienda y frigoríficos se partió casi al medio: ocho firmaron el compromiso y siete no lo hicieron. Estos últimos estaban disconformes con que el congelamiento del valor de la media res de novillo no fuera acompañado de una rebaja en las retenciones a las exportaciones de carnes, que el gobierno las mantiene en el 15 por ciento. CRA y la Sociedad Rural fueron las más intransigentes; la primera analiza un posible boicot en el envío de hacienda a Liniers una vez a la semana.

Sucesivamente fueron firmando y sacándose fotos con Kirchner y Felisa Miceli los mandamás de Arcor, Unilever, Procter & Gamble, Molinos, Sancor, La Serenísima, Danone, Quickfood, Nestlé, Bimbo, etc. En total unas treinta firmas hicieron ese trámite con el objetivo de generar en la opinión pública la idea de que son sensibles a la inflación que afecta a los argentinos con ingresos fijos y a quienes no tienen ninguno.

Pero en realidad ellos no firmaron por solidaridad ni en forma espontánea. El presidente tuvo que zamarrearlos y tratarlos de 'avaros', 'gente sin corazón', que actúa en forma 'cartelizada' y 'extorsionan'. Sólo así pudo atraerlos a la Casa Rosada a hacer concesiones menores.

Ni aún en ese momento actuaron con grandeza pues esos monopolios fabrican una gran cantidad de mercaderías y sólo aceptaron que una ínfima parte esté entre los precios congelados. Veamos unos ejemplos:

- El gigante Danone, de capitales franceses, sólo se comprometió con dos productos: queso crema Casancrem de 320 gramos y yugor entero Yogurísimo de 200 gramos.

- Otro monstruo como Arcor, produce 1.500 alimentos y golosinas pero apenas congelará diez. Su titular Luis Pagani preside la Asociación Empresaria Argentina donde se nuclean los setenta mayores pulpos.

- Molinos Río de la Plata, que hizo publicidad con las rebajas, sólo las introducirá en nueve productos de sus segundas marcas. Una vergüenza de la que habrá que pedirle explicaciones al titular del conglomerado, Gregorio Pérez Companc, uno de los tres hombres más ricos de Argentina.

- Sancor y La Serenísima se 'jugaron'. Pese a que estas dos lácteas sumadas tienen el 35 por ciento del mercado y venden centenares de productos, apenas tomaron compromiso por nueve.

- El mayor fabricante estadounidense de alimentos, Kraft Foods, opera aquí las marcas Terrabusi y Canale. Sólo metió ocho mercaderías en el acta. Lo suyo es alevoso: tres galletitas, polvo de hornear, flan y tres fideos.

Ellos mismos controlan

Podríamos seguir puntualizando la mezquindad de holdings con muchos productos y pocos dejados en el freezer. Damos uno más: Establecimiento Las Marías, sólo introdujo en el listado cajas de 50 saquitos de té marca Taragüí y una yerba casi desconocida, La Mañanita. El resto de su escudería sigue libre como el aire.

¿Quién controlará que se cumplan las estipulaciones de precios, que -dicho sea de paso- en muchos casos recientes no fueron precisados ni dados a conocer al público? Se vio las fotos pero no los precios concretos.

Allí está otra de las trampas: el control será ejercido a la par por funcionarios de Economía y los mismos empresarios mediante una comisión creada al efecto. O sea que en parte éstos se controlarán a sí mismos. ¿Serán ecuánimes? No parece, por la cantidad de infracciones que muchos de los firmantes cometieron contra leyes vigentes y lealtad comercial, en particular los hipermercados.

Con una comisión 'ad hoc', las multinacionales se aseguran que sus segundas líneas verificarán los precios con segundas líneas de Economía. Del control de usuarios, consumidores, entidades intermedias, sindicatos, movimientos piqueteros, etc, ni hablar. La 'Liga de seguimiento de precios' de los intendentes justicialistas del conurbano bonaerense ha muerto antes de nacer.

Hay otro aspecto lesivo de los instrumentos que venimos comentando. Los delegados del establishment se arrogaron el derecho de 'apretar' al gobierno con demandas adversas a los trabajadores y las mayorías.

Ya mencionamos que la UIA, Coto y los directivos de Danone han concebido estos compromisos como una 'cláusula gatillo' contra los aumentos salariales. Están frescos los chantajes de los ganaderos y terratenientes que tacharon sus firmas del documento cárnico.

Miguel Kozuszok, representante de Unilever (capitales británicos) y Raúl Lamus Mendoza, de Procter & Gamble (norteamericanos), ambas del sector artículos de limpieza y tocador, exigieron que el gobierno, como contra-prestación, revise leyes en un sentido favorable a la rentabilidad de sus negocios.

Entre otras, pidieron modificaciones de esa índole en las normas de ingresos brutos, impuesto al cheque y Riesgos del Trabajo, que durante el cavallo-menemismo creó las ART en perjuicio de quienes sufren accidentes laborales. A éstos les fijó indemnizaciones ridículamente bajas y vedó demandar ante la justicia salvo que mediara dolo empresario.

jueves, enero 26, 2006

Medios y Terrorismo

Alessandro Ursic, Traducido por Juan Vivanco

“La guerra contra el terrorismo es pura propaganda, y los medios, incluidos los europeos, hacen el juego a los poderosos distrayendo al público de las cuestiones realmente importantes”. No ahorra palabras Noam Chomsky, lingüista, conciencia crítica de Estados Unidos, y desde hoy también doctor honoris causa en psicología. El honor se lo ha concedido la Universidad de Bolonia. Pero varias horas antes de la ceremonia el profesor quiso reunirse con los estudiantes de la facultad de Psicología, que le tributaron un recibimiento muy caluroso. En el aula magna, con 200 asientos, había unas 500 personas. Él no les decepcionó. En la hora y media de su lección sobre “medios y terrorismo”, vestido de un modo mucho más informal que las decenas de profesores presentes en el acto, acusó a la información mundial y a los gobiernos de su propio país —también a los predecesores de George W. Bush—, desgranando hechos con un gran sentido de la provocación.
Chomsky toma el caso de Terri Schiavo, que en las últimas semanas ha dejado en segundo plano las demás noticias internacionales, como un ejemplo de asunto magnificado por la propaganda para mantener al gran público desinformado de otros hechos. “En este viaje por Europa me ha llamado mucho la atención hasta qué punto los intelectuales europeos se someten a la agenda política de EEUU. Si Bush, por puro cinismo político, decide que el caso Schiavo es el problema más importante, los medios europeos no hablan de otra cosa” dice el profesor, “basta con echar un vistazo a la prensa de hoy: Repubblica, por ejemplo, dedica cinco páginas a este asunto. Sólo en la página 18, abajo, en un pequeño recuadro, habla del informe de la ONU en el que se documenta que la desnutrición infantil en Irak se ha duplicado a causa de la guerra. ¿Es esta la cultura de la vida que invoca Bush?”
De Irak a John Negroponte, que hasta hace unas semanas era el embajador en Bagdad y acaba de ser nombrado jefe del espionaje estadounidense, no hay más que un paso. Según Chomsky, Negroponte es “uno de los terroristas internacionales más importantes” por su actividad como embajador en Honduras a principios de los ochenta, cuando en el pequeño país centroamericano los estadounidenses adiestraban a terroristas para luchar contra el gobierno sandinista de Nicaragua. “Todavía hoy, como EEUU se niega a pagar las indemnizaciones ordenadas por la ONU, el 60% de los niños nicaragüenses menores de dos años están desnutridos”. ¿La conclusión? “Si realmente nos importara la cultura de la vida nos preocuparíamos de estos niños, no de Terri Schiavo. Pero si para la cultura occidental la preocupación por el terrorismo es igual a cero, evidentemente la preocupación por la cultura de la vida está bajo cero”.
Según Chomsky, para vender a los estadounidenses la guerra contra el terrorismo (“cuando un estado la declara, significa que está a punto de perpetrar graves actos terroristas”), hay que asustar continuamente al personal. El aparato mediático tiene una importancia estratégica a la hora de preparar los conflictos: “En los años ochenta se decía que unos sicarios libios merodeaban por Washington, y se produjeron los bombardeos sobre Libia. En 1989 se provocó una histeria colectiva en torno al narcotráfico, y se produjo el ataque a Panamá. En el caso de Irak, fue el embuste de las armas de destrucción masiva: todavía hoy, aunque el gobierno ha reconocido que todo era falso, el 50% de los estadounidenses cree que esas armas existían realmente”. Pero las verdaderas amenazas para la población, según Chomsky, son otras: “En los últimos 25 años los salarios reales han bajado en el país. Han aumentado las horas de trabajo y se ha limitado el derecho a la asistencia sanitaria. Si la gente se centrase en esto, el poder no lo tendría tan fácil. Por eso se da tanta importancia a historias como la de Terri Schiavo, que distraen al público de los problemas reales”.
¿Cree que Estados Unidos atacará a Irán? pregunta un estudiante. Chomsky es escéptico: “Si quieres atacar un país no anuncias tus propósitos durante años, de lo contrario le das ventaja al adversario”. La cuestión, para Chomsky, es otra: la invasión de Irak y el tira y afloja con Irán sobre el enriquecimiento del uranio con fines nucleares (“Teherán tiene todo el derecho a hacerlo si es con fines pacíficos”) transmiten un mensaje peligroso. “Es evidente que EEUU sólo ataca a un país incapaz de defenderse. De modo que la lección para el resto del mundo es: será mejor que os dotéis de defensas para que EEUU no os ataque”.
El último tema que abordó Chomsky fue el futuro de la ONU, puesto en entredicho por la guerra de Irak y el escándalo “Petróleo por alimentos”. Para el profesor “el destino de las Naciones Unidas depende de que las naciones occidentales lleguen a ser verdaderas democracias. En EEUU, contrariamente a lo que quieren hacer creer los medios, la mayoría de la gente apoya a la ONU, quiere que EEUU salde sus deudas con la organización e incluso que renuncie al derecho de veto. De modo que si EEUU se convirtiera en una democracia, el futuro de la ONU sería más halagüeño”. También en el escándalo “Petróleo por alimentos”, a juicio de Chomsky, la propaganda de Washington ha tenido un papel destacado: “Los medios dan importancia a unas decenas de miles de dólares que quizá se hayan embolsado un funcionario de la ONU y el hijo de Kofi Annan. Pero ninguno dice nada de los 15.000 millones de dólares que EEUU ha sustraído del programa para compensar a sus aliados, como Turquía y Jordania. ¿Y qué hay de los 18.000 millones para la reconstrucción de Irak, que se han esfumado? ¿Alguien ha escrito algo? El objetivo es desacreditar a la ONU como sea”.

martes, enero 24, 2006

La Siesta Inolvidable

por Jorge Halperín
La Siesta de hoy se llama: Televisión mata izquierda.Algo nuevo está sucediendo en estos días: el gobierno ha pasado de tolerar sin ganas a los piqueteros y a huelguistas duros a ocupar ahora con masas compactas de uniformados los lugares clásicos de la protesta. Y esto va a tener consecuencias. Como el cambio es flamante, vamos a tratar de pensar en lo que puede pasar.Fíjense esta combinación: la pobreza que no se va, el gobierno que no lo toma como una catástrofe que hay que encarar ya mismo por momentos, nuestro gobierno parece Bush mirando con ojos de vaca el desastre del huracán; nosotros tenemos el huracán Katrina todos los días sobre millones de argentinos -. O sea, tenemos un gobierno que no actúa con energía en el tema de la pobreza aunque hace alarde de la recuperación económica y de los superavits. Tenemos a los piqueteros que machacan con la misma fórmula, y el gobierno que cruza el umbral y ahora ahoga la protesta con cientos de policías porque lo piden las encuestas, mientras que, al mismo tiempo, se desvive por una campaña electoral pavota y deplorable.Algo suena feo en todo esto.Nos preguntamos: ¿Este cuadro será resultado de que los medios de comunicación han creado un monstruo insensible e idiota? Hace un tiempo yo comentaba en una Siesta un librito en el cual grandes referentes de la izquierda discuten la relación entre izquierda y televisión, en particular referida a la Italia de Berlusconi, pero útil para pensar en nuestra realidad. Uno de los intelectuales del libro, el filósofo Gianni Vátimo decía que la izquierda está en problemas porque sólo puede vivir en una sociedad en donde la política no sea tan marginal, y no se reduzca simplemente a tener comicios cada 4 años, o sea en donde la participación de la gente tenga cierta intensidad.Y, a partir de esta reflexión, otro de los intelectuales, el gran Norberto Bobbio, le recuerda que la característica de la izquierda fue siempre la de movilizar a las masas, cosa que a la derecha le costó mucho más. Pero hoy la derecha controla la televisión y con eso neutraliza la participación de la izquierda, que de por sí es baja en Italia y aqui.Y, así, Vattimo llega a la siguiente conclusión: si toda la red de comunicación política pasa a través de los mass media en manos de quien ya sabemos obviamente, se refiere a Berlusconi, que tiene un control notable sobre toda la tv italiana -, se puede con certeza prever que para la izquierda no hay muchas perspectivas. Y aquí viene una reflexión muy polémica de Norberto Bobbio cuando intenta explicar el meteórico ascenso de Berlusconi al poder político. Dice Bobbio: “Yo creo que el papel de la televisión fue determinante, pero no porque Berlusconi haya aparecido en la pantalla mucho más que los otros, sino porque la sociedad creada por la televisión es una sociedad de derecha.¿De qué está hablando Bobbio? Lo aclara. Dice: la sociedad creada por la tv es la sociedad del Festival de San Remo, del deporte, de los avisos publicitarios, de las estrellas de televisión, nosotros podríamos agregar del Rebelde Way.Hay una pregunta que he escuchado por ahí acerca de si la televisión crea una sociedad de superficiales y egoístas, de personas que se miran el ombligo, indiferentes a la sociedad y a la política. O sea, si la televisión es, por definición, superficial, trivializadora de todo y antidemocrática. ¿La televisión mata a la política?¿Tiene algo que ver con el hecho de que en las sociedades de hoy la participación política es tremendamente baja?Bueno, la Italia de Berlusconi, el jefe de Estado y amo de toda la televisión de su país, es un lugar muy interesante para observar. Yentre las muchas cosas que discuten los intelectuales del librito está la pregunta acerca de si la televisión está o no matando a la democracia. Los 3 tipos que discuten se llaman Giancarlo Bosetti, Gianni Vátimo y Norberto Bobbio. Ustedes saben que Bobbio ha sido uno de los más grandes pensadores de nuestra época, y Gianni Vátimo es un importantísimo filósofo.El librito se llama “La izquierda en la era del karaoke” y refleja lo que conversaron estos 3 hombres a mediados de la década del 90, con el fenómeno Berlusconi ya instalado. El libro comienza recordando una obra clásica de Umberto Eco, el Diario Mínimo, donde ya denunciaba el imperio de la mediocridad en la tv. Pero este nuevo libro va a relacionar la tv con la política y, es bueno, para comentar esta discusión, dar una idea general de qué entendemos por izquierda y qué por derecha.Simplificando mucho, la derecha está obsesionada con el éxito económico de la sociedad, y considera que este éxito asegura a la larga el bienestar de todos. La izquierda, en cambio, está convencida de que el éxito económico por sí sólo no garantiza oportunidades para todos, y está obsesionada por una mejor distribución de la riqueza, para que todos tengan las mismas posibilidades de tener una vida digna.No hay muchas derechas pero sí hay muchas izquierdas, y también hay izquierdas infantiles, que son sectarias y extremistas y no hacen sino empeorar las condiciones de quienes dicen defender. Pero hablemos de un espíritu de la izquierda. En el librito los 3 intelectuales hablan de la apatía y la indiferencia de los ciudadanos en las democracias de hoy, y también hablan de la parálisis de los parlamentos y de los personajes parásitos que se instalan allí. En un momento dicen: esto que está pasando no se puede entender si no se consideran los medios de comunicación.Y explica Bobbio: digo que es una sociedad de derecha porque tiene intereses que no son de la izquierda. La izquierda vive de los grandes principios, se identifica con el sufrimiento humano. O sea, quien triunfó en su momento no fue Berlusconi en tanto tal, ganó la sociedad que sus mass media, y su publicidad han creado. Es la sociedad que goza viendo estúpidas familias reunidas en torno de una mesa glorificando este o aquel producto. Y es por esto, dice Bobbio, que siento mucho pesimismo. En una sociedad semejante, la izquierda, con sus valores tradicionales, no tiene ninguna posibilidad.Ubiquémosnos en un país como Italia, que ha tenido el Partido Comunista más grande de Occidente, y que hoy tiene el fenómeno Berlusconi. Pero igualmente, como dije, creo que es una discusión útil para nosotros también. Gianni Vattimo reconoce en este debate que antes él pensaba distinto y era optimista acerca de que la explosión de la tv podría producir más democracia, pero admite que la televisión se ha concentrado tanto que es antidemocrática. Agrega que no todos los medios trasmiten cultura y que algunos de los medios son estructuralmente ineptos para la cultura, aunque prefiere pensar que las cosas podrían ser distintas si se evitara que la tv italiana estuviera en una sola mano.Y Norberto Bobbio sigue con las definiciones polémicas. Dice: me pregunto si una de las razones por las cuales en Estados Unidos no se ha formado un movimiento de izquierda tal como nosotros lo entendemos, es porque se trata de una sociedad que vuelve a sentir mucho la influencia televisiva. Tanto es así que la de Estados Unidos es una izquierda de elite, una izquierda intelectual que políticamente es poco influyente.¿Qué se puede hacer frente a lo que estos pensadores llaman la videocracia o la “degeneración comunicativa” provocada por la tv? Dicen que hay dos vías: una plantea aprender a jugar dentro de este sistema. La otra vía, planteada por ejemplo, por el filósofo Karl Popper, dice que es necesario contener, reglamentar, establecer límites.Es cierto que cuando la izquierda plantea que el Estado debe intervenir, la derecha dice: “Atentan contra la libertad” y esto vuelve muy impopulares a quienes hablan de intervención. Entonces, Popper nos recuerda que, según Kant, el concepto de la libertad tiene como límites la libertad de los demás. Y dice Váttimo: quisiera que hubiera un reglamento para todo aquello que vuela en el éter, exactamente como se imponen límites a las emisiones de sustancias en la atmósfera. O sea, una ecología de la tv.¿Y saben qué dijo Umberto Eco, hace unos años? Eco comparó a la tv, que llega gratuitamente a las casas sin ninguna limitación con la hipótesis de que en las canillas de agua se distribuyeran bebidas alcohólicas. En ese caso, el Estado debería preocuparse por disciplinar la distribución y también por controlar los ingredientes. Bueno, ahí está planteado el debate acerca del papel que juega la televisión, y especialmente cierta televisión, en la sociedad y en la conciencia de los ciudadanos de la democracia. Un tema para seguir pensando.

lunes, enero 23, 2006

Guerra Fria Caribeña

por Harold Pinter
Publicado en Red Pepper, mayo de 1996**

De manera que Clinton ha firmado la ley Helms/Burton porque Cuba «desprecia
el Derecho Internacional». Menuda broma. A lo largo de sus esfuerzos para
mantener la democracia en el mundo, los Estados Unidos han infringido el
Derecho Internacional más veces que yo he cenado caliente y lo han hecho
con total impunidad.

Cuando en 1986 el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya declaró a
los Estados Unidos culpables de ocho cargos distintos de intervención
flagrante en los asuntos de un estado soberano (Nicaragua) y les exigió que
reparasen todos los daños causados, su respuesta consistió en mandar al
tribunal a tomar por el culo, tras afirmar que sus acciones estaban fuera
de la competencia de cualquier tribunal internacional.

También la pobre ONU condenó por mayoría aplastante tres años consecutivos
(1993-5: 88-4, 101-2 y 117-3) el embargo comercial que los Estados Unidos
mantienen contra Cuba, pero la parte condenada ignoró por completo a la
vieja institución. Quizá ésa sea la razón por la que los gobiernos
británico, canadiense y mexicano no han propuesto una moción al Consejo de
Seguridad para que condene esta nueva ley, que intenta impedir el comercio
libre entre Cuba y el resto del mundo en unos términos que vulneran
ostensiblemente la Carta de las Naciones Unidas y el mencionado Derecho
Internacional. Probablemente han calculado que sería más inútil que cantar
Annie Laurie a pedos a través del ojo de una cerradura, tal como solíamos
decir en los viejos tiempos [2]. Sea como sea, resulta bastante simple: es
un ejercicio de arrogancia que apesta.

Lo más asombroso sobre Cuba es que haya sobrevivido. Al cabo de más de
treinta y cinco años de la violencia económica más despiadada, de treinta y
cinco años de hostilidad virulenta y sin tregua por parte de los Estados
Unidos, Cuba sigue siendo un estado soberano independiente. Se trata de una
hazaña más que notable. No muchos estados lograron ser independientes o
«soberanos» durante mucho tiempo en el patio trasero de los Estados Unidos.
Veamos tres breves citas del libro de Duncan Green Silent Revolution
[Revolución silenciosa].

He aquí la primera:

«10.000 delegados del Banco Mundial se sentaron a cenar. El servicio de
comidas estuvo a cargo del catering Ridgewells a 200 dólares por persona.
Los invitados empezaron con pasteles de cangrejo, caviar, crème fraîche,
salmón ahumado y solomillo de ternera Wellington. El pescado era langosta
con maíz, seguido de un sorbete de limón. El plato principal fue pato con
salsa de lima y alcachofas rellenas de zanahorias tiernas. Se ofreció una
ensalada de palmito acompañada de soufflé de queso a la salvia marinado en
vino de Oporto. El postre fue un nabo de chocolate alemán en salsa de
frambuesa, bombón helado y café royal flameado.» La lista de vinos no se
menciona.

Veamos ahora la segunda cita:

«La diminuta choza de adobe está atiborrada de envejecidas mujeres
bolivianas que visten mantones llenos de remiendos y desgastados sombreros
de fieltro, cuyas manos callosas golpean rocas en la superficie a la
búsqueda de restos de estaño. Los caminos entre las chozas de los mineros
están llenos de bolsas de plástico y excrementos humanos, secos y
ennegrecidos por el sol.»

Esto es lo que dice una mujer boliviana:

«Antes, las mujeres se quedaban en casa porque los hombres tenían trabajo.
Ahora tenemos que trabajar. Muchos de nuestros hijos están abandonados. Sus
padres se han ido y no nos queda amor cuando volvemos tarde a casa del
trabajo. Les dejamos comida. Ellos juegan en las calles. Siempre hay
accidentes, pero no doctores. Me siento como una esclava en mi propio país.
Nos levantamos a las cuatro de la madrugada y a las once de la noche
todavía estamos trabajando. Vomité sangre varias semanas, pero no me quedó
más remedio que trabajar.»


Sin duda, después de la cena los delegados del Banco Mundial hablaron de la
economía boliviana y ofrecieron sus recomendaciones.

Esta monstruosa desigualdad es precisamente lo que inspiró la Revolución
cubana. La revolución trató de corregir esa grotesca polarización y su
objetivo consistió en asegurar que el pueblo cubano no tuviese que soportar
nunca más una degradación así.

Comprendió que el reconocimiento y el respeto de la dignidad humana eran
obligaciones fundamentales de toda sociedad civilizada. Sus logros son
notables. Ha instaurado un servicio de salud que apenas tiene rival y ha
establecido un nivel extraordinario de alfabetización. Los Estados Unidos
consideran que todo eso es una abominable subversión marxista-leninista y,
naturalmente, intentan destruirla. Han fracasado. Y debe ser verdad cuando
uno dice que Cuba nunca habría podido sobrevivir si no poseyese un núcleo
formidable de orgullo, fe y solidaridad.

Veamos la cuestión de los derechos humanos. Yo no creo en la relatividad de
los derechos humanos. No creo que las «condiciones locales» o una
disposición cultural específica puedan justificar la supresión del
desacuerdo o de la conciencia individual. Siempre he considerado que, en
Cuba, el duro tratamiento que reciben las voces disidentes se debe al
«estado de sitio» impuesto desde fuera. Y creo que hasta cierto punto es
verdad. Pero también los apologistas de las acciones israelíes han hecho
hincapié en el estado de sitio de la amenaza exterior. Mordechai Vanunu es
una voz disidente israelí y fue condenado a dieciocho años de confinamiento
solitario tras revelar la capacidad nuclear de Israel.

Soy un fideicomisario de los bienes de Vanunu y un defensor de su derecho a
hablar. Por lo tanto, también debo lógicamente defender, por ejemplo, el
derecho a hablar de María Elena Cruz de Vareia. El socialismo debe ser un
debate activo y participativo.

Sin embargo, el arrugado ceño moralista de los Estados Unidos es para
partirse de risa. «Deploramos etc., etc. las violaciones de los derechos
humanos en tal y cual país». En su propio país, un millón y medio de
personas están en la cárcel, tres mil se encuentran en el corredor de la
muerte, casi cincuenta millones viven bajo el nivel de pobreza, privados
del derecho al voto, hay una enorme subclase social de raza negra,
maltratada y condenada, treinta y ocho estados practican la pena de muerte,
la corrupción es pujante y activa en todos los niveles de la jerarquía, la
brutalidad por parte de la policía es sistemática, profundamente racista,
mortal. ¿Dónde estáis, derechos humanos?

Hoy en día la propaganda afirma que el socialismo ha muerto. Pero si ser
socialista es ser una persona convencida de que las palabras bien común y
justicia social significan algo; si ser socialista es sentirse ultrajado
por el desprecio con que millones y millones de seres humanos son tratados
por quienes detentan el poder, por las «fuerzas del mercado», por las
instituciones financieras internacionales; si ser socialista es ser una
persona determinada a hacer lo que esté a su alcance por aliviar esas vidas
imperdonablemente degradadas, entonces el socialismo no puede estar muerto,
porque esas aspiraciones nunca morirán.

jueves, enero 05, 2006

Buenas...

esto intentara ser un lugar para intercambiar opiniones entre amigos, sobre temas diversos. Pasen, tomen un mate y denme su punto de vista que me interesa.